
Wolfgang Pauli fue uno de los más destacados físicos teóricos de principios de siglo XX. Sus aportes a la física cuántica van más allá del Principio que lleva su nombre (principio de exclusión de Pauli). Pero, como la mayoría de los físicos teóricos, tenía muy mala fama como investigador de campo. Se comentaba que su solo paso por frente a un laboratorio bastaba para que se rompiera alguna parte del equipo. George Gamow relata que “un hecho totalmente enigmático, que en un principio no parecía estar conectado para nada con la presencia de Pauli, ocurrió cierta vez en el laboratorio del profesor J. Franck, en Göttingen. Una tarde, apenas comenzadas las tareas, un complicado aparato destinado al estudio de los fenómenos atómicos se estropeó totalmente, sin razón aparente alguna. Pasado el mal rato, Franck escribió a propósito de esto una carta humorística a la casa de Pauli en Zurich y, tras cierto retraso, recibió una respuesta, pero el sobre mostraba estampillas de franqueo danesas. En ella Pauli le afirmaba que se había ido a visitar a Niels Bohr y que, más o menos para la hora del desastre en el laboratorio de Franck, su tren había estado detenido, por pocos minutos, en la estación de Ferrocarril de Göttingen.
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